Al presidente Correa por el asunto de Venezuela

Ahora que va a haber un encuentro de la Unasur para tratar el problema de Venezuela, quiero dirigirme, con humildad, al presidente Correa para hacerle una cordial petición:
Economista Correa, le ruego considere que los ecuatorianos somos un pueblo que amamos la paz, que queremos la tranquilidad interna y que deseamos esa misma tranquilidad y paz en el resto del mundo; que somos, por lo tanto, sensibles ante el sufrimiento de otros pueblos hermanos como lo es el venezolano. Comprenda que en estos momentos, donde se hace innegable el sufrimiento que viven nuestros hermanos de Venezuela, nuestra solidaridad es con el pueblo venezolano, no con sus gobernantes.
Le pido por favor deje de seguir defendiendo lo indefendible, el presidente Maduro está tan equivocado que el mismo Heinz Dieterich se lo dice. Los buenos amigos están en las buenas y en las malas, es verdad, pero también es verdad que un verdadero amigo es aquel que nos hace ver nuestros errores. Si usted es un amigo personal de Maduro, como lo fue de Chávez, ¿no le parece que más daño le está haciendo al apoyarlo en sus errores que si se los hace notar?
Considere también que usted fue elegido por los ecuatorianos para gobernarnos y, además, para representarnos ante el mundo.
Por estas consideraciones, respetuosamente le conmino a dejar a un lado sus personales simpatías, y a tener muy en cuenta lo que opinamos quienes lo elegimos y que somos a quienes usted representa; si el pueblo ecuatoriano manifiesta su simpatía hacia el pueblo venezolano y no hacia Maduro, su deber como nuestro presidente es manifestar esa misma simpatía y no la contraria.
José Durán

Más sobreprotección = más mediocridad

Querido Adrijk:

Sabías que las estaciones de radio estarían obligadas por ley, a pasar música de los artistas nacionales? A priori parece una buena idea pues sirve para que los radio-escuchas conozcamos a nuestros artistas.

Los países suelen tomar medidas que buscan favorecer el desarrollo económico de su gente, por ejemplo, para que las personas consuman más de lo que se produce en el país, castigan al producto que se importa de otros países con impuestos (aranceles), lo que hace que el precio del producto importado sea mucho más caro de lo que realmente podría ser.

Pero, supongo que hace ya muchos años, muchas personas deben haberse dado cuenta que esa medida, en lugar de causar beneficio, era más bien perjudicial para los países, la sobreprotección causa mediocridad. Es algo fácil de entender en realidad: Si hoy firmaran un decreto, diciendo que solo los tallarines que yo cocino se podrán vender en la ciudad, obviamente me volvería un rico comerciante de tallarines, mis tallarines serían los más famosos (ni modo), y yo podría cocinar cuándo y cuánto me dé la gana, no importaría si soy eficiente o no, pues si no lo soy vendo mis tallarines más caros y se acaba el problema. Pero, si tengo que competir con otros comerciantes de tallarines, deberé ser eficiente si quiero tener éxito, o mejorar mi sabor para que me compren por calidad y no por precio; como sea, quien gana es el consumidor; y por supuesto ganan también los buenos empresarios.

En nuestro país, los empresarios mediocres no permiten que se eliminen estas medidas sobreprotectoras, están acostumbrados a ganar mucho esforzándose poco; los productos ecuatorianos son malos y caros si los comparamos con los de otros países.

Con la música va a pasar lo mismo que con los empresarios mediocres, los cantantes no tendrán que esforzarse mucho para que sus «productos» sean conocidos. Tendremos un poco de cantantes mediocres, incapaces de vender algo por mérito propio.

Como todo país tercer-mundista (léase populista), regalan el pescado, pero no enseñan a pescar.

Humildad

Ahora que está de moda la humildad del papa Francisco me pregunto si…

Dejarán las mujeres de gastar mil, dos mil, tres mil dólares o más en un vestido que utilizarán una sola noche y nunca más lucirán ni verán?
Buscarán algunos menos privilegiados comprarse el celular sencillo para el que sí les alcanza el dinero, o seguirán comprando los contrabandeados o robados a menor precio?
Aprenderán las personas a valorar los pequeños logros de los demás, o seguirán pensando que los únicos valiosos son los de ellas mismas?
Empezarán los gobernantes y sus familias a buscar cómo servir, o seguirán exigiendo ser servidos?
Aceptarán administradores de negocios, de gente y de países que el poder exige más responsabilidades que privilegios?
Dejarán las chicas de hablar como si tuvieran una papa caliente en la boca?
Empezarán los padres a cargar a sus hijos, o seguirán luciéndose con el estatus que da tener niñeras?
Buscarán los hombres comprarse el carro que realmente necesitan en lugar del carro con el que aparentan?
Buscarán los chicos, amigos con los cuales cultivar una buena amistad, o seguirán acumulando conocidos para sentirse populares?
Comenzarán los jefes a contestar sus propias llamadas y a hacerse sus propios cafés?
Podrán los choferes sufrir 5 minutos en el tráfico, o seguirán creyendo que tienen derecho a invadir el carril contrario?
Empezarán los fanáticos de un equipo deportivo a celebrar sus triunfos sin menospreciar a los rivales?

Será que Francisco puede realmente cambiarnos, o será que la moda es simplemente colgar fotos y frases del papa en facebook?

Muerte de Chávez

El 24 de septiembre del 2011 publiqué un mensaje donde daba mis comentarios a la enfermedad de Hugo Chávez, allí indicaba que yo tengo como experiencia la muerte de mi padre debido al cáncer.

Lo que quiero rescatar ahora está en el último párrafo, donde indicaba que Chávez sí se podía curar del cáncer, pero que si no sobrevivía es que había estado extremadamente mal desde el principio.

Ahora que está «oficialmente muerto», lo único que puedo pensar es que tanto Chávez como todos sus secuaces le han estado mintiendo al pueblo venezolano y al resto del mundo por meses. Los tratamientos tan rigurosos de quimio a los que se exponía Chávez eran signo de la gravedad de su enfermedad. Mi padre, luego de uno de sus periodos más severos de la enfermedad, y aún cuando era considerablemente mayor que Chávez, sobrevivió a la quimioterapia, y vivió con relativa normalidad por algo más de 4 años, que fue cuando volvió a aparecer el cáncer.

Que me refute un oncólogo por favor, a mi parecer, Chávez nunca fue dado de alta. Tal vez, hubiera sobrevivido si él hubiera renunciado a su cargo y se hubiera dedicado por entero a sus terapias y a recuperarse de la enfermedad y de las secuelas de los tratamientos. Yo creo que a él simplemente le reducían el tamaño de la tumoración para paliar los efectos de la enfermedad. Mintieron todo el tiempo.

Y porque creo que mintieron todo el tiempo es que pongo entre comillas «oficialmente muerto», pues han mentido tan descaradamente que no me extrañaría si un día nos enteramos que Chávez ya había muerto días, o semanas, antes de lo anunciado.

Por qué los ecuatorianos no somos unidos

No soy investigador de la historia ecuatoriana, pero a riesgo de equivocarme, me atrevería a decir que Ecuador es un país sin pasado.

Primero eran distintas tribus que ni los Incas lograron conquistar, luego fue parte del virreinato del Perú, luego fue parte del virreinato de Nueva Granada (Colombia), por último fue un departamento (Departamento del Sur) de la Gran Colombia hasta que, con toda seguridad las ambiciones personales de unos cuantos, crearon un país. País sin memoria histórica, tan desligado del nacionalismo que el primer presidente era venezolano.

Y como históricamente no fuimos un país delimitado, los países circundantes poco a poco fueron desmembrando al Ecuador, hasta dejarlo del tamaño que es ahora.

Y como históricamente no fuimos una nación, es común que exista rivalidad entre las ciudades, los quiteños se burlan del resto del país, por ser «provincianos», los guayaquileños reclamamos que los recursos se van a Quito, los cuencanos se burlan de los azogueños y viceversa, y así por el estilo, existen muchas historias de falta de hermandad.

Para mí, esa es la razón de que no seamos unidos, no tenemos identidad; hace relativamente poco tiempo fuimos testigos de como se desmembraban las provincias de Guayas y Pichincha; Incluso cuando Correa ha atacado a Guayaquil, los Guayaquileños hemos hablado de separarnos del Ecuador.

En resumen, no somos un país con una identidad propia, no tenemos un pasado común, no nos sentimos identificados cuando una ciudad que no es la nuestra recibe algún galardón internacional, no nos importa si alguna ciudad que no es la nuestra sufre una desgracia.

Para crear una identidad propongo una campaña como la que inició Febres-Cordero en Guayaquil cuando fue alcalde, hacerle sentir, en este caso al ecuatoriano, orgullo de su país, de los logros, de los reconocimientos internacionales. Pero para ello, tendría que venir un gobierno que realmente saque adelante al país, que lo embellezca por fuera y por dentro, en lo tangible y lo intangible, que nos hable de unidad, que nos gobierne a todos los ecuatorianos por igual, que sufra cuando algo afecte a la imagen del Ecuador y que vocifere cuando el Ecuador deba indignarse; en definitiva, un «padre de la Patria».

¿Hay algún candidato con ese potencial?

Energía optimista

Querido Adrijk:

Mientras escribía el artículo de los amigos, empecé a salirme del tema y me di cuenta que tenía que separar las ideas para otro artículo:

Creo que los seres humanos, y algunos animales, somos capaces de emitir energía optimista o pesimista, según sea nuestro humor, esa energía es luego absorbida o rechazada por nosotros mismos y quienes nos rodean. Quienes siempre tienen buenos pensamientos producen y absorben energía optimista, creo que los animales como el perro, el caballo o el delfín lo hacen casi todo el tiempo.  Y por el contrario, quienes tienen malos pensamientos y se quejan de todo, producen y absorben energía pesimista. Y por supuesto, la mayoría de seres humanos debemos estar en los puntos medios, a veces optimistas y a veces pesimistas; y esa «volubilidad» permite que absorbamos más energía pesimista de la que deberíamos.

Si lo que creo es correcto, la forma de prevenir que captemos la energía pesimista es siendo siempre optimistas, tratando de estar siempre alegres y siempre tratando de tener pensamientos positivos sobre nosotros mismos y sobre los demás.

Y si lo que creo es correcto, una de las razones por las cuales en este país nos va tan mal, es justamente que hay demasiadas cosas negativas que nos rodean, es fácil dejarse caer en la depresión (me refiero al estrés, la inconformidad, el cansancio mental, las frustraciones que nos producen las carencias económicas, el agobio de no ver la luz al final del túnel, etc.) y absorber tanta energía pesimista que nos produce más depresión y hace que sea más difícil superar el agobio, convirtiéndonos en productores de energía pesimista.

Creo además, que estas energías de las que hablo, influyen en el comportamiento de los seres vivos, de tal modo que cuando hay energía optimista en el ambiente, las personas están propensas a hacer las cosas bien hechas, y lo contrario ocurre cuando el ambiente está cargado de energía pesimista. Me atrevería a aceptar que hasta la salud de las personas se afecta con estas energías.

Aunque aun no he leído nada sobre programación neurolingüística, no me extrañaría que se trate de algo parecido, pues por el nombre, suena a programar la mente para que el lenguaje y la mente actúen de manera uniforme en la consecución de objetivos.

Pero sí he visto el documental de «El Secreto», y creo que ese documental me inspiró en mis ideas, igual que la película Avatar; los seres vivos al igual que todas las cosas, incluidas las estrellas, estamos unidos de alguna manera extrasensorial, creo que de allí deviene la necesidad de la gran mayoría de personas de creer en un ser supremo.

Para concluir, creo que no importa cuál sea la religión o el grado de fe que se tenga, lo importante es trabajar en nuestra propia mente para, de una u otra manera, lograr una visión del mundo que sea armoniosa y positiva.

El triunfo de Chavez es el triunfo del pueblo

Querido Adrijk:

Casi todas las personas que conoces hubieran querido que Chavez no gane y sin embargo Chavez gana las elecciones; todo esto te debe sonar medio ilógico; para todos es medio ilógico sin embargo yo tengo una teoría.

Empecemos por explicar lo evidente. Si graficamos la distribución de la población según su nivel económico, con mucha seguridad obtendríamos una campana de Gauss, si dividimos en cinco partes la campana, el pueblo se encuentra en el centro, al extremo izquierdo la pobreza extrema y en el extremo derecho los millonarios; como tú te desenvuelves en el quinto intermedio entre el centro y el extremo derecho, no conoces lo que piensan ni el quinto de los millonarios, ni los tres quintos restantes, y es justamente en todos ellos donde encontrarás a quienes votaron por Chavez.

El pueblo mayoritario votó por Chavez, por eso el triunfo de Chavez es el triunfo de ese pueblo mayoritario. ¿Qué es lo que ve este pueblo en Chavez que nosotros no vemos? Esto es más difícil de explicar, y no siendo un experto, solo puedo elucubrar.

Una vez más empecemos por lo evidente, he oído que Venezuela es el país con las reservas petroleras más grandes del mundo y es por lo tanto uno de los más importantes exportadores. Otros países petroleros tienen empresas gigantes, rascacielos que están entre los más altos del mundo, hoteles de lujo donde uno noche cuesta cientos de dólares, elevados ingresos per cápita; pero Venezuela no tiene nada de eso, no compite en supremacía con ningún otro país y se lo sigue considerando como un país del tercer mundo. Chavez no ha hecho que el pueblo esté mejor, ha repartido miseria y con eso se ha conformado el pueblo.

¿Entonces qué hace que el pueblo siga votando por un hombre que no es capaz de sacar a su país de la pobreza? Ahora sí mi teoría. Nuestros países latinoamericanos se parecen, así que extrapolaré lo que ocurrió en Ecuador para inducir que es lo mismo que ocurrió en Venezuela. Para el «descubrimiento» de América, España envió sus peores hombres a que se sacrifiquen en un viaje cuyo futuro era incierto y hasta peligroso, y los primeros colonizadores eran gente sin escrúpulos, muchos ladrones y criminales a quienes lo único que les interesaba era enriquecerse en el menor tiempo posible; ellos crearon las reglas en estas tierras. Durante la colonia, estos ladrones y criminales que se habían establecido en las recién fundadas ciudades que hoy conocemos, y que se habían convertido ellos en las autoridades que dirigían las ciudades y los virreinatos, habían formado familias y ya no eran ellos quienes vivían, eran sus descendientes, o nuevos amigos de los reyes que enviaban a gobernar y administrar estas tierras, todos ellos poderosos terratenientes que estaban obligados a compartir sus riquezas con los reyes de España. Son estos terratenientes o sus hijos, quienes inician las revueltas y las hazañas que llevaron a liberarnos del «yugo español». En términos crudos, nuestros países han estado plagados por gente egoísta que lo único que persigue es el dinero fácil y que para ellos están dispuestos a hundir a todos quienes estén a su alrededor. Querido hijo mío, no hablo sin fundamentos, si lees las historia de los próceres de independencia, del propio Simón Bolívar, verás que todos ellos eran ricos terratenientes o mercaderes y si lees entre líneas en la historia del Ecuador verás que lo que se querían era trasladar el poder de los reyes de España a los aristócratas ecuatorianos, simplemente para que ya no tengan que pagar impuestos (te sonará similar a lo que ocurrió en Estados Unidos pues parece que esa era la norma de la época). Una vez en la vida republicana, siguen siendo los aristócratas quienes han manejado los hilos del país y son ellos quienes han evitado el desarrollo de nuestros países con sus políticas económicas que no permiten la libre competencia y nos obligan a comprar productos malos y caros, para seguirse enriqueciendo a nuestra costa.

Durante todo este tiempo, el resto de la población, los otros cuatro quintos en la campana de Gauss, hemos tenido que soportar los atropellos, los vejámenes, las explotaciones, las humillaciones, los desprecios, los autoritarismos, las discriminaciones y todas las dificultades impuestas a propósito para que sean ellos los que sigan estando en el quinto de la derecha. Y es que comparado con otras culturas, el latino parece ser uno de los más proclives a sentimientos egoístas, uno de los que menos entiende que la felicidad no se logra sino cuando todos los que están a su alrededor son felices, uno de los que menos interiorizado tiene aquello de que la libertad de uno termina donde empieza el derecho de los demás. Entonces los tres quintos de la izquierda, el pueblo. está cansado, quiere un cambio, guarda un resentimiento social de siglos, pero también lleva siglos de ignorancia, de desnutrición, de aprender falsos valores, de desesperanza; un pueblo así no entiende razones, es incapaz de utilizar el sentido común porque le ha sido negado por generaciones; un pueblo así solo entiende de odio, de gratificaciones inmediatas sin importar lo minúsculo que sea el placer conseguido (por esto también la promiscuidad y los matrimonios entre adolescentes), justifican las raterías porque lo ven como la única oportunidad de tener algo en la vida y porque ven el ejemplo todo el tiempo entre sus mayores, ¬no necesariamente sus padres, sino las autoridades¬ ya es algo natural.

Nace entonces un Chavez en Venezuela o un Correa en Ecuador, prometen volver la tortilla; hablan estupideces durante horas y el pueblo los ama por ello, pues sienten que al fin alguien les da la importancia que los demás le han negado, y son incapaces de advertir que están siendo manipulados. Entre los ricos ¬el quinto de la derecha¬ se dan dos fenómenos, aquellos que sienten que pierden poder y aquellos que se aprovechan de las circunstancias, los primeros estarán obviamente en contra de los caudillos y los segundos los respaldarán. Sobre el quinto en que nos encontramos nosotros ¬entre el pueblo y los ricos¬ ocurre una diferencia marcada, no manejamos los hilos del poder, por lo tanto no dependemos directamente de quién sea el presidente, sino de nuestro propio trabajo; y aunque también sufrimos abusos y discriminaciones, por medio del esfuerzo de nuestros antecesores y de nosotros mismos tenemos esperanzas de llevar una mejor vida, y hemos recibido la suficiente educación para hacerlo posible o al menos saber que lo es; eso es lo que nos diferencia de los demás aunque aquí también se dan dos fenómenos, aquellos que sabemos que los caudillos no mejoran las condiciones del pueblo y quienes ocupan cargos públicos o tienen esperanzas de ocuparlos, así mismo, unos en contra y otros a favor del caudillo, pero en nuestro círculo es menor el número de seguidores de los populistas.

Comprenderás entonces, mi querido Adrijk, lo difícil que es cambiar la mentalidad de nuestros pueblos, se necesitarían años de re-aprendizaje para que un pueblo como el que he descrito, logre razonar y pensar con capacidad de análisis, discernir entre lo que son propuestas reales, realizables y las promesas demagógicas. Los Bucaram, los Correa seguirán ganando elecciones y ninguno de ellos inició ni iniciará el verdadero cambio porque les interesa que el pueblo sigua siendo ignorante. Por desagracia, los Lasso tampoco cambiaran esa realidad porque ellos tienen sus manos atadas por sus amigos y sus intereses. Por eso el pueblo estúpido seguirá creyendo que es él quien gana las elecciones.

Los Espantamoscas

Querido Adrijk:
Pensé mucho antes de publicar este mensaje pues no me gusta hacer mofa de los defectos de las personas. Finalmente lo hago porque creo que la gente debe reaccionar de alguna manera a un mal que nos afecta a todos.
Cuando yo era niño ¬sí, muchos años atrás¬ jugábamos a ser vigilantes, y más de un niño, así como hasta ahora se les escucha decir que quieren ser bomberos, decía que quería ser vigilante de tránsito. Y es que era impresionante ver cómo dirigían a los conductores, ver los movimientos de manos para hacer avanzar o parar el tránsito, los gestos para llamar la atención al conductor que andaba distraído, la forma como mediante el pito se comunicaban entre vigilantes que estaban cerca, cómo se coordinaban entre ellos para hacer que el tránsito avance fluidamente, el porte de autoridad y respeto cuando se dirigían a un conductor.
Pero desde ese entonces poco a poco las cosas fueron cambiando, empezaron a aceptar coimas, fueron perdiendo el orgullo de pertenecer a una institución de renombre; poco a poco les fuimos perdiendo el respeto y ellos a desmerecerlo.
Ahora, su actitud es tan pobre que me da coraje, pero para no amargarme cada momento que los veo he optado por tomarlo de forma divertida, por eso los llamo los «Espantamoscas», pues se paran en una esquina, donde sí hay semáforo, o en medio de una avenida, sin cruce, y lo único que hacen es mover el brazo, haciendo una señal de «avanzar» que más parece que estuvieran espantando una mosca. Su acción es tan irrelevante que si fuera para espantar una mosca tendría más sentido.
Por ejemplo: En el cruce de la Av. de las Américas con la Av. Plaza Dañín, suelen pararse más de 4 vigilantes, todos «estratégicamente» ubicados en los carriles, esperando que el semáforo se ponga en verde para empezar a hacer su mímica de espantar moscas, y si el tráfico está bastante denso entonces más rápido mueven su mano, como desesperados por que avancemos más rápido… ¿en qué quedamos, debemos manejar despacio o debemos acelerar a fondo cada vez que podamos? Pero mi coraje es porque a menos de 100 metros de donde están estos señores está la salida de la ciudadela La Fae, donde no hay semáforo y donde quienes queremos salir a la Av. Plaza Dañín, tenemos que pelearnos y tirar el carro para poder avanzar; y del otro lado, en la calle donde funciona el mercado La Española, a 50 metros de donde están los señores vigilantes, otra vez el drama de tener que lanzar el carro, al braveo, para poder salir a la Av. de las Américas. O sea, los vigilantes están donde no se los necesita, haciendo algo que no sirve para nada, en lugar de situarse en los sitios necesarios a hacer lo correcto.

Y como ya nadie los respeta, la gente se pasa la luz roja en sus narices y ni siquiera entonces reaccionan de forma activa, se hacen los que no ven. Como en la calle frente a la Universidad Laica, la que viene de la Av. Quito y que luego se une con la Av. de las Américas, allí hay un tramo de calle, con un carril especialmente dividido para que entren los colectivos y no puedan invadir los otros carriles; se supone que todos los colectivos deben ir por ese carril, para que puedan parar a recoger o dejar pasajeros sin interrumpir los otros dos carriles, sin embargo algunos colectivos no entran en el carril pero igual paran en media calle para que bajen o suban pasajeros, en esa zona siempre hay un vigilante espantando moscas, y «estratégicamente» siempre está mirando en dirección contraria al punto donde paran los buses.

Alguien debería hacer algo por devolverle a los vigilantes el amor por su trabajo y a todos los guayaquileños por devolvernos la institución que era el orgullo de Guayaquil. Ojalá el próximo alcalde, cuando ya sea de su competencia, se preocupe de esta labor.

Algo mejor que abrazar a un padre

Querido Adrijk:

He estado pensando que ahora que te tengo cerca, y te puedo abrazar siempre, he encontrado que se puede diferenciar entre los distintos abrazos que nos damos padres e hijos. Y me atrevería a decir que sí hay algo mejor que abrazar a un padre. Tú pensarás tal vez que estoy hablando de abrazar a una madre, pero no, me refiero a abrazar a un hijo.

Cuando abrazas a una madre, sientes su cariño, una madre te transmite su amor desinteresado e incondicional, pero sobre todo te transmite su protección, su deseo de tenerte siempre cerca para cuidarte y su deseo de que estés bien en todo sentido. Por eso los niños cuando se lastiman o están enfermos buscan el abrazo de mamá antes que cualquier otro.

El abrazo de un padre también transmite su amor desinteresado e incondicional, pero, mientras el abrazo maternal te transporta a tu infancia, porque para una madre su hijo siempre es su «pequeño», el abrazo de un padre se corresponde con la edad y la situación, si se es niño el abrazo paterno nos da seguridad o fortaleza; si se es adulto, el abrazo paterno nos brinda Amistad, confianza, apoyo.

Así es como un hijo siente los abrazos, pero, es muy distinto a cómo un padre siente el abrazo a sus hijos. El hijo abraza a un padre para recibir, el padre abraza al hijo para dar; y esa diferencia es sumamente grande. Por supuesto, un padre en su abrazo intenta transmitir todo aquello que siente por su hijo, pero además intenta que ese abrazo sea útil; será un abrazo de estímulo cuando el hijo está dudando, de valor cuando el hijo está asustado, de orgullo cuando lo felicita por sus logros.

Cuando somos padres y abrazamos a nuestros hijos, estamos abrazando nuestros sueños, nuestras esperanzas, nuestros logros, abrazamos al pasado y al futuro al mismo tiempo, nos convertimos en super hombres pero también nos hacemos más frágiles.

No puedo saber si hay diferencias entre abrazar a un hijo y a una hija, supongo que el deseo de protección es mayor en el caso de las niñas.

Punto aparte es que cuando somos padres, empezamos a ver a nuestros padres de una forma distinta, y cuando ellos están enfermos o ancianos allí sí somos  capaces de abrazar a nuestros padres para transmitirles nuestra seguridad y nuestro deseo de cuidarlos.

Me corrijo, el mejor abrazo no es el de padre, es el de hijo que ya ha sido padre, entonces se funden las sensaciones, abrazamos al tiempo en todos sus estados y dimensiones, nos sentimos amados y amamos a la vez; es como una imagen que se refleja entre dos espejos, el amor se refleja y se vuelve a reflejar ad infinitum, pero en cada reflejo sientes el ir y venir de ese sentimiento que te atraviesa el corazón, y te deja un deseo intenso de ser mejor padre y mejor hijo.

¡Por favor, revisen bien las medidas que dictan! – AGO. 10, 2012 – CARTAS AL DIRECTOR – EL UNIVERSO

¡Por favor, revisen bien las medidas que dictan! – AGO. 10, 2012 – CARTAS AL DIRECTOR – EL UNIVERSO.

Con todo gusto lo invito a pelear, pero con ideas y argumentos para mejorar el tránsito en las calles de nuestras ciudades.